Sentimiento de músico

Antes de comenzar a hablar de una manera algo más académica en el resto de entradas, quería dedicar esta publicación a cómo vivo mi dedicación a la música, la cual se puede aplicar también al ámbito de la docencia si juego bien mis cartas.

La interpretación musical es lo que más me apasiona desde pequeño, ya que no recuerdo haber sufrido miedo escénico o quedarme en blanco a la hora de actuar, ya sea tocando la trompeta en el conservatorio en las audiciones a modo de examen o en los bolos que hago hoy en día con mi charanga y mi orquesta delante de cientos de personas en alguna ocasión. Es más, he podido experimentar cómo el público disfruta de la música que interpreto o de las coreografías que he llegado a hacer (aunque no tan bien ejecutadas). Esa sensación de conexión con los oyentes es algo que me llena profundamente de satisfacción, ya que es eso, están disfrutando de algo que está saliendo de ti, algo personal y que estás compartiendo con el resto abiertamente.

Justo eso es lo que quiero transmitir si consigo ser profesor de música, que mis alumnos y alumnas disfruten y cojan el gusto por lo que les pueda llegar a enseñar, y, a ser posible, que lo experimenten de igual manera, o incluso más profundamente.

Aunque aún me esté formando como profesor, ya estoy maquinando ciertas estrategias que puede que llegue a utilizar en mis clases para conseguir captar la atención y el gusto por la música de todos los jóvenes que pueda formar. A modo de pequeño spoiler, uno de los métodos que puedo revelar es el de hacer que mis clases sean un reflejo de mis actuaciones, el cómo me muevo en el escenario. No revelaré más, ya que si quieres saber cómo actúo, pues sólo tienes que venir a verme en el escenario o a una de mis clases.

Nos vemos compadres.